martes, 12 de enero de 2010
TRAVESURA POETICA
Mi gran "Amigo de papel", Oto y el hada, ha llegado a un lugar muy lejano en su viaje en busca de nuevas miradas que recorran sus coloridas páginas,de nuevas manos que acaricien sus letras, de nuevos corazones con los que compartir sus enormes ganas de compañía.
Y ha tenido suerte,mucha suerte, una suerte tan mosntruosamente grande como él. Al otro lado del Atlántico le esperaba algo más que un gran edificio de pisos, que una simple casa.
A Oto le esperaba la morada de Barranco del poeta peruano Orlando Granda. Un lugar, estoy segura, que suena a murmullos de vida cotidiana, con sus voces claras colgadas de las paredes y sus silencios redondos vagando por los pasillos. Un lugar con olor a hogar de lumbre dónde calentarse el alma. Con aroma a café intenso suspendido en el aire colándose por las rendijas de la amistad verdadera. Con un suave toque de esencia familiar perfumando la entrada.
Hace unos meses tuve el placer de grabar el video- poema que Orlando dedicó a su hija, "Pequeña Dama", para el blog VOZ Y MIRADA.
Como el caballero que es, en su agradecimiento por el regalo que yo le envié(iba dirigido a su hija Kathia), Orlando ha escritos estos versos que me han hecho sonreir y disfrutar de unos sueños, que en realidad no son sueños sino cosquillas al despertar, al despertar de una edad que se debiera conservar toda la eternidad, una eternidad colgada del tiempo en la infancia de unos versos, que en realidad no son versos sino cosquillas al despertar de los sueños.
SUEÑOS EXTRAÑOS DE OTO
Para Asunción Carracedo en León.
Ayer tuve una pesadilla:
soñé que una mesa
quería ser silla;
y la silla, una fresa.
Soñé que una cabellera
buscaba sus bellos ojos
y éstos se escondían rojos
en una billetera.
Pero soñé mucho más:
que el agua era humo;
el humo, un compás
que decía:“¡No gracias, no fumo!”.
Y soñé, para terminar,
con un tenedor de risa militar
que me dejaba asustado
con el corazón latiendo de un solo lado.
Para Asunción Carracedo en León.
Ayer tuve una pesadilla:
soñé que una mesa
quería ser silla;
y la silla, una fresa.
Soñé que una cabellera
buscaba sus bellos ojos
y éstos se escondían rojos
en una billetera.
Pero soñé mucho más:
que el agua era humo;
el humo, un compás
que decía:“¡No gracias, no fumo!”.
Y soñé, para terminar,
con un tenedor de risa militar
que me dejaba asustado
con el corazón latiendo de un solo lado.
Besos "amigos" y abrazos "de papel" con las GRACIAS en un lazo, Orlando
Etiquetas:
Oto y el hada
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